Los químicos del siglo XIX encontraron entonces la necesidad
de ordenar los nuevos elementos descubiertos. La primera manera, la más
natural, fue la de clasificarlos por masas atómicas, pero esta clasificación no
reflejaba las diferencias y similitudes entre los elementos. Muchas más
clasificaciones fueron adoptadas antes de llegar a la tabla periódica que es
utilizada en nuestros días.
Este químico alcanzó a elaborar un informe que mostraba una
relación entre la masa atómica de ciertos elementos y sus propiedades en 1817.
Él destaca la existencia de similitudes entre elementos agrupados en tríos que
él denomina “tríadas”. Pone en evidencia que la masa de uno de los tres
elementos de la triada es intermedia entre la de los otros dos. En 1850 pudimos
contar con unas 20 tríadas para llegar a una primera clasificación coherente.
En 1862 Chancourtois, geólogo francés, pone en evidencia una
cierta periodicidad entre los elementos de la tabla. En 1864 Chancourtois y
Newlands, químico inglés, anuncian la Ley de las octavas: las propiedades se
repiten cada ocho elementos. Pero esta ley no puede aplicarse a los elementos
más allá del Calcio. Esta clasificación es por lo tanto insuficiente, pero la
tabla periódica comienza a ser diseñada.
En 1869, Meyer, químico alemán, pone en evidencia una cierta
periodicidad en el volumen atómico. Los elementos similares tienen un volumen
atómico similar en relación con los otros elementos. Los metales alcalinos
tienen por ejemplo un volumen atómico importante.
En 1869, Mendeleïev, químico ruso, presenta una primera
versión de su tabla periódica en 1869. Él se dio cuenta de que clasificando los
elementos según sus masas atómicas se veía aparecer una periodicidad en lo que
concierne a ciertas propiedades de los elementos. La primera tabla contenía 63
elementos.
Esta tabla fue diseñada de manera que hiciera aparecer la
periodicidad de los elementos. De esta manera los elementos son clasificados
verticalmente. Las agrupaciones horizontales se suceden representando los
elementos de la misma “familia”.
Para poder aplicar la ley que él creía cierta, tuvo que
dejar ciertos huecos vacíos. Él estaba convencido de que un día esos lugares
vacíos que correspondían a las masas atómicas 45, 68, 70 y 180, no lo estarían
más, y los descubrimientos futuros confirmaron esta convicción. Él consiguió
además prever las propiedades químicas de tres de los elementos que faltaban a
partir de las propiedades de los cuatro elementos vecinos. Entre 1875 y 1886,
estos tres elementos: galio, escandio y germanio, fueron descubiertos y ellos
poseían las propiedades predichas.
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